En una actualidad marcada por la crisis climática, urge la transición hacia un futuro sostenible. Este cambio de paradigma económico y social requiere que la industria adopte nuevas prácticas y reoriente sus actividades para reducir al máximo su huella de carbono.

Además, el marco normativo actual impide que esta transformación se retrase más. En Europa, el Paquete de Energía y Cambio Climático o el Pacto Verde Europeo marcan la pauta para un futuro descarbonizado y eficiente energéticamente.

En España, el Marco Estratégico de Energía y Clima proporciona desde 2019 el contexto normativo y jurídico para hacer realidad este compromiso. Asimismo, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética hace hincapié en la necesidad de descarbonización, impulsando cambios significativos en la industria de las infraestructuras.

Y más recientemente, hemos conocido la tramitación de la nueva Ley de Movilidad Sostenible en España, que pretende determinar un sistema multimodal de transporte descarbonizado, eficiente, sostenible, justo e inclusivo.

Pese a esta tormenta regulatoria tan exigente, el nivel de descarbonización sigue siendo relativamente bajo. El último estudio de AECOM, El Futuro de las Infraestructuras: ¿perdidos en la transición?, realizado en 22 países planteando cuestiones a más de 800 altos ejecutivos de sectores clave, revela que solo el 17% de las compañías encuestadas considera haber alcanzado un nivel alto de maduración en sus objetivos de descarbonización.

Según el estudio, el ritmo en el que las empresas adoptan esta transición energética depende del sector. Hay organizaciones que, en el continuum de la transición, están en etapas más embrionarias porque no saben las acciones que deben llevar a cabo, o porque están a la espera de que otros lideren el cambio hasta que les sea forzado, con tal de evitar riesgos.

Ciertamente ya vemos cómo algunas de las compañías de infraestructuras están abordando este desafío, con ejemplos locales como el Plan de Lucha Contra el Cambio Climático de Adif, el objetivo de electrificación de carreteras de la Dirección General de Carreteras o la Red Eléctrica Española (Redeia) que pretende cubrir la demanda eléctrica con fuentes renovables en un 74% de aquí al 2030.

Sin embargo, la descarbonización, especialmente en transporte, sigue siendo de los objetivos de transición que menos avanzados están, en un 18%, según el informe. Esto debido a que apostar por la transición energética supone hacer frente a desafíos como la escasez de profesionales especializados o los sesgos tecnológicos relacionados con los altos costes de nuevas tecnologías.

Aun así, el informe concluye que todas las organizaciones pueden ‘transicionar’ energéticamente con éxito si son capaces de establecer una estrategia.

La transición hacia la eficiencia energética debe integrar siempre una estrategia rentable en términos económicos. Sin embargo, casi la mitad de los encuestados en nuestro estudio afirman ver su progreso afectado por la incertidumbre de los rendimientos de las inversiones en energía.

En este sentido, a nivel nacional debe reforzarse la claridad de algunos organismos públicos y responsables políticos para promover un apoyo específico y sostenido a la transición energética. Ese puede ser el impulso que el mercado necesita para atraer inversiones financieramente atractivas y tecnológicamente viables.

Un entorno regulado y estable es esencial para la evolución energética, alienta la inversión, favorece la diversificación y mejora las condiciones de las instituciones financieras. Para impulsar la transición en un mercado constantemente cambiante, los organismos pertinentes deben actualizar o adaptar el marco regulatorio existente y divulgarlo mediante una comunicación temprana y eficaz.

Además, las organizaciones independientes a la política también somos socias esenciales para ayudar a la previsibilidad normativa, dada nuestra capacidad para planificar y asesorar a los que toman las decisiones.

La escasez de talento técnico y habilidades blandas es otro desafío clave que debe abordarse para satisfacer las demandas emergentes en esta acelerada transición. Las organizaciones deberán adoptar nuevas técnicas capaces de reducir la brecha, ya que a medida que la transición energética se acelere, seguirán surgiendo nuevas demandas de habilidades y necesidades imprescindibles de atender.

La necesidad de abordar estos cuatro pilares exige que este plan estratégico cuente con consultores con conocimiento del sector y experiencia en la implementación de tecnologías nuevas y futuras, capaz de asesorar en la estrategia y mantenerla en continua evolución. Este debe establecer una hoja de ruta basada en la reducción de carbono operacional y embebido, fomentando la mejora de la eficiencia energética y promoviendo la generación eléctrica renovable y distribuida a la vez que la reducción del consumo energético.

Por ejemplo, la Administración de Transportes sueca (Trafikverket) fijó en su plan estratégico el objetivo público de reducir la huella de carbono del diseño de los 30km de enlace ferroviario que va de Gryssjön a Robertsfors en un 30% durante todas las fases de diseño, construcción y explotación.

Desde AECOM, como asesores del proyecto North Bothnia Line (tramo NBK207), designamos a un equipo de consultores medioambientales y de sostenibilidad, que, junto a los propios especialistas del cliente, identificó oportunidades de optimización de diseño, uso de materiales y procesos bajos en carbono para aplicar durante la construcción con el objetivo de reducir el impacto del proyecto en las emisiones de carbono. Para ello, además utilizamos herramientas BIM que creen estimaciones precisas de los costes de construcción, combinando todos estos factores.

En conclusión, avanzar y contrarrestar la crisis climática ya no es una opción, sino una obligación. Si bien es cierto que no existe un método único para navegar por los océanos de la transformación energética, sectores clave como el de la energía, la infraestructura, el transporte marítimo, aéreo y por carretera o industrial, entre otros, ya están trabajando en reducir su impacto en el entorno, y también en el futuro sostenible de sus compañías.

Empezar este camino es todo un reto, y desde AECOM creemos que una estrategia basada en criterios ESG, diseñada para impulsar la responsabilidad y transparencia de los actores en el ecosistema comercial de cada compañía es la base sobre la que estructurar decisiones estratégicas que beneficien tanto a la empresa como al entorno.

Podemos empezar, desde las empresas en un nivel institucional, aplicando estas estrategias prácticas, rentables, regulatorias y centradas en las personas. La colaboración de todos los actores en el mercado es esencial para no dejar a nadie perdido en la transición, porque solo así podremos dar más pasos hacia adelante en nuestra ambición por una transición responsable y eficiente.

***Javier Camy es director general de AECOM España.